jueves, 14 de noviembre de 2013

ESFUERZOS PARA LA FELICIDAD

Educar para la felicidad implica sembrar, inculcar unos valores en los chicos, desde su gestación, para selección de estos valores existen factores sociales, culturales, familiares, religiosos, urbanos, rurales, que influyen en aquellas semillas que se van a sembrar. Lo cierto es que el abono para estas semillas si debe ser universal el amor, aplicado en la siembra, a diario y en la cosecha. Y embargo, parecen existir una serie de valores morales y éticos que la mayoría de los seres humanos compartimos.

Como toda siembra hay que abonar el terreno con: Cero gritos y golpes, ni a los pequeños ni entre los papitos, y ser coherentes con el ejemplo, actuar con bondad, positivismo, amabilidad, lealtad, tolerancia, son elementos vitales para preparar el terreno. Hay un valor fundamental, tal vez pilar, soporte que sostiene y garantiza la siembre y el Respeto por la diferencia.

Inculcar y sembrar valores debe abandonar la vieja práctica de la imposición, para que los chicos los asuman de forma natural y se conviertan en habito, así también se está promoviendo la voluntad, cuando se haga la siembra es necesario explicar el por qué, y las consecuencias benéficas que trae actuar de esa manera; ojo, cuando se explique se hace con lenguaje sencillo claro, amable, dulce, tierno, y sobre todo ejemplos de fácil entendimiento. Bueno hay que tener en cuenta que la siembra no se puede sobre abonar, un sobre abono perjudicial es la complacencia permanente y la permisividad, esto hace que la semilla muera antes de brotar de surgir, en respeto se pierde, las normas y limites se embolatan y la siembra se la lleva el viento. Desde luego que, por otra parte, es importante reconocer y celebrar los esfuerzos y logros.

La siembra, si bien la hacen los papitos hay que dejar que los chicos, asuman
responsabilidades de su plantita, de acuerdo a sus edades, para eso hay que usar unos nutrientes como la paciencia, la tolerancia, el respeto, porque los valores son o deben ser parte de sus esencia, jamás hay que provocar dependencias pues así la felicidad se les vuelve esquiva. Entonces hay que dejar que ellos hagan lo que son capaces de hacer, y no hacerles todo, por ejemplo, guardar los juguetes, llevar la ropa sucia al lugar, comer solitos, todo de acuerdo a su edad. Poner especial atención para que la mentira no se vaya a inmiscuir, en la siembra pues es fatal, nefasta, hay papitos que dicen son pequeñas mentiras, o mentiritas piadosas, esas no existen, por favor las mentiras son mentiras y punto, nuevamente el ejemplo es vital, pues los chicos pueden acudir a la mentira para maltratar su siembra, evitar un castigo y así no se puede.

Si bien la siembra se hace de acuerdo a la edad, y es influenciada por factores vistos anteriormente, jamás hay que hacer discriminación, es más la semilla debe ser escogida tan selectamente para el bebé, como para el chico y el adolescente; aquí la lupa de selección de la semilla debe ser iluminada por el respeto. Obviamente aquí no cabe la extorsión, es común que los papitos la usen casi como un juego. “Sí me das un beso, te compro un helado”, el beso tiene que ser un acto de amor y no un bien de cambio, así como el buen comportamiento. El niño debe seguir las reglas por qué el entorno lo requiere, y no porque va a recibir algo a cambio. Y claro debe haber recompensas en determinadas situaciones, pero no ofrecerles algo a priori para que hagan lo correcto. Esto permite que las plagas como el egoísmo, la rabieta ataquen la siembra, el individualismo no tarda en llegar porque la siembra se va convirtiendo en caldo de cultivo para los anti valores.

Los chicos son muy avispados, por lo tanto fuera la sub-estimación, ellos deben aprender mucho sobre su propia siembra por lo tanto los papitos deben usar la paciencia de la mano del excelente buen ejemplo. Educar los hijos con valores para la felicidad es acompañarlos en el proceso de una respuesta libre y personal sobre su propia identidad, y sobre los horizontes, sueños y metas que buscan para su felicidad. Valores e identidad son, en consecuencia, dos realidades inseparables. Un injerto pleno que permite configurar la identidad del ser humano en crecimiento, no puede desvincularse o prescindir de una seria y bien planificada educación en los valores para ser felices.

El protagonismo de los papitos y más en la etapa de educación infantil, es insustituible, ellos son los que van a decidir qué valores pretenden sembrar e involucrar en la educación de sus hijos. Los valores para la felicidad se pueden agrupar en: Valores biológicos: alimentos, salud, etc, son necesidades básicas. Valores intelectuales: el conocimiento, la creatividad, razonamiento, etc, origina el mundo cultural del niño. Valores ecológicos: el cuidado, el respeto, y aprecio del medio en que desarrolla la vida. Valores morales: el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la verdad, son los pilares de las relaciones afectivas con el mundo y con los demás. Valores religiosos: son propios de los creyentes y su orientación en la infancia, corresponde a los papitos.

A veces pienso que si los papitos toman conciencia, que el ejemplo es el mejor maestro, la educación para la felicidad se convertiría en una vida placentera, de abundante cosecha, de buenos y excelentes seres humanos autónomos, y felices.


Con caricias Calientitas

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