miércoles, 5 de febrero de 2014

INTELIGENCIAS PARA LA FELICIDAD

Educar, sentimientos e Inteligencia emocional de alguna manera resulta curioso, la pregunta es, ¿qué nos hace felices?, es la forma en la que se perciben las situaciones de cualquier índole. Pensar en un chico, en un hijo, uno cualquiera, al que normalmente todo lo que desea y quiere lo tiene rápidamente, pues los papitos están a su merced, pues hay que decirlo le costará mucho llegar a ser feliz, pues nunca tiene oportunidad de luchar y menos de solucionar problemas. Y bueno volviendo al tema, será que se puede educar para la felicidad desde la inteligencia emocional?. Claro que se puede es un deber, los papitos están obligados, comprometidos a que sus hijos crezcan con un equilibrio emocional.

Por eso está muy bien este concepto inventado no hace mucho: “inteligencia emocional”. Porque para potencializar sanos sentimientos, felicidad es necesario desarrollar habilidades y destrezas para la vida, y ojo hay que empezar por la vida propia porque es imposible dar de lo que no se tiene. Es mejor educar para la felicidad que forjar grandes profesionales sin sentimientos de bondad, compasión, respeto. Un error muy común es pensar que estos asuntos son tan importantes y graves, y el hijo tan pequeño e inexperto, que no hay nada que se pueda hacer. Y los papitos se dicen, después llegará el momento, pues tengo para decirles que la inteligencia emocional se estimula desde la gestación de manera que ánimo y a recuperar el tiempo perdido, ya que es un proceso de madurez, y ahí siempre hay cosas que se pueden hacer para mejorarlo, cosas que, o las hacemos nosotros, o no las hará nadie. La escuela está para cultivar la inteligencia de conocimientos y las normas de educación. Pero no hay asignatura ni profesor con el suficiente tiempo y empatía como para ver a cada alumno, individualmente, y enseñarle a orientar sus sentimientos. O lo hacen los papitos, o los chicos tendrán que crecer en este aspecto como buenamente puedan. Madurar sentimentalmente significa tener capacidad para entender a los demás, darle a los problemas la importancia que tienen (ni más ni menos), no hacer una montaña de defectos personales, y mucho menos, de los demás, … en una palabra: se trata de orientar la atención de una forma sana.

Los niños, en esto, son un torbellino de sorpresas. El mundo, tanto el de fuera
como el interno, es nuevo, hay que descubrirlo, y para ello, pueden quedarse mirando la cosa más pequeña durante horas, ya sea una hormiga roja transportando una miga de pan, o un sentimiento de rencor por un compañero que le acaba de quitar la pelota, por ejemplo, le quitaron su juguete preferido, y que eso sí le lleva a sentir un cierto rencor y si nadie lo orienta se queda en ese sentimiento, que además desencadena la fea y horrorosa envidia… Los pequeños en su cabecita van almacenando ciertos comportamientos y conclusiones desequilibradas que le llevarán a tener una mala relación con sus sentimientos. Por eso los papitos tienen que estar ahí, observarle y escucharle atentamente para advertir si están echando en él raíces esos hábitos que, una vez crecidos, lo van a llevar a la empatía, la humildad y la paciencia, o, en cambio, empieza a repetir respuestas que no le hacen ningún bien.
Para potencializar la inteligencia emocional los papitos pueden hacerse varias preguntas: -¿Qué cosas hace el niño cuando se enoja? Estos berrinches, ¿son frecuentes o no? -Si el niño no tiene algo que desea, ¿cómo reacciona? ¿Se pone impaciente, o cada vez acepta mejor que no puede tenerlo todo? -Cuando tiene un problema, ¿se calla, viene inmediatamente a contarlo, o se calla y cambia su forma de actuar?. A todo esto, el pequeño, ¿tiene épocas en las que está más callado? ¿Qué tipo de preocupaciones le llevan a ello? - Le han visto jugar con otros niños de su edad. ¿Qué pasa cuando hay una discusión? ¿Cómo se porta? ¿Es el que más levanta la voz? Hay que tener presente que la clave de todo este proceso es siempre observar al niño, estar lo suficientemente cerca de él como para redirigirle cuando tiene un pensamiento equivocado. Para hacerlo, hay que estar a su lado y verle con sinceridad y honestidad, sin ignorar sus fallos, sin creer ni que “la culpa es de los demás” ni que “es que siempre te pasan a ti las cosas”. El equilibrio emocional no se enseña: se transmite, tenía que salir el ejemplo que es el mejor maestro. Por lo que, el primer paso, está en los papitos, en saber dirigir a una forma de actuar y sentir equilibrada. Ojo tampoco excederse en estar a su lado cual policía, supervisor... se trata de dar respuestas oportunas a las preguntas planteadas más arriba. Y es que, para cuidar bien a un niño, primero hay que cuidarse bien uno mismo. ¡Ánimo!

Los niños pequeños se entregan totalmente a su entorno físico; absorben el mundo sobre todo a través de sus sentidos y responden con el modo más activo de aprendizaje y conocimiento: la imitación. La imitación es la capacidad de identificarse con el entorno a través de la voluntad activa: la acción y el hacer. Todo, amor, alegría, odio, inteligencia, por eso el tono de voz, el contacto físico, los gestos corporales, la luz, la oscuridad, el color, la armonía, y la desarmonía, son influencias absorbidas por el organismo físico, todavía muy maleable, y afectan al cuerpo y la inteligencia emocional para toda la vida. Los educadores para la felicidad, docentes, jardineras, abuelitas, tías, madrinas, en fin todos los adultos que comparten con el niño desde su nacimiento tienen la responsabilidad de crear un entorno que sea digno de esta imitación incondicional del niño. El entorno debe ofrecer al niño amplias oportunidades para la imitación plena de sentido y para el juego creativo. Esto apoya al niño en la actividad central de estos primeros años: el desarrollo de su organismo físico. Desviar las energías del niño de esta tarea fundamental para atender exigencias intelectuales prematuras le roba al niño la salud y vitalidad para su vida posterior. En últimas, debilita las mismas capacidades de juicio e inteligencia práctica que el maestro quiere fomentar.

En el jardín, los niños juegan a cocinar; se disfrazan y se vuelven madres y padres, reyes y reinas; cantan, pintan y dibujan, juegan a imitar los oficios de los adultos; a través de canciones y poemas aprenden a disfrutar el idioma; aprenden a jugar juntos, escuchan historias, ven obras de títeres, hacen pan, preparan sopa y ensaladas de frutas, modelan con plastilina y construyen casas a partir de telas y cajas. Involucrarse en forma total en este tipo de trabajos es la mejor preparación del niño para la vida. Desarrolla las capacidades de concentración, el interés, y el amor por aprender. La inteligencia es la capacidad para resolver problemas nuevos, para Piaget, científico del desarrollo infantil, es la capacidad de adaptarse al medio. El desarrollo de la inteligencia comprende una serie de estadios y cada uno supone un avance respecto del anterior: Al nacer, el niño cuenta con sentidos y reflejos que hace uso de manera automática, no voluntaria y son los principales elementos que utilizará para adaptarse a su ambiente. Posteriormente gracias al uso de sus sentidos, es capaz de atender a un objeto, sus acciones pasan de ser simples reflejos a acciones voluntarias orientadas por los estímulos externos. Finalizando el primer año de vida, se convierte en un pequeño explorador, ahora buscará nuevas estrategias o medios para magnificar su espíritu investigativo, o resolver un problema. Así por ejemplo, para conseguir su juguete será capaz de utilizar algún instrumento para atraerlo o jalar la tela sobre la que
está colocado y cogerlo. Esta inteligencia práctica, parte de la etapa sensorio-motora, llega a su máxima evolución entre los 18 y 24 meses. A los 2 años, dice Piaget, el pensamiento simbólico es la clave para la inteligencia verdadera. Permite que los niños formen sus propias ideas y usen su imaginación. Antes necesitaban tener un objeto concreto como una pelota frente a ellos para demostrar que querían jugar, pero ahora pueden imaginarla y usar un símbolo como la palabra “pelota” para describir lo que quieren hacer. Entre los 3 y 6 años su pensamiento está cada vez más desarrollado en relación con el desarrollo de su lenguaje, se encuentra atravesando el periodo pre-operatorio, ahora puede asociar imágenes, objetos, acciones y palabras. Se interesa por aspectos de la vida cotidiana, sus juegos principales son hablar por teléfono, peinarse, jugar a la comida. Comienza además a clasificar y seriar objetos según su forma y color, establecer categorías y de esta forma sentar las bases para el aprendizaje de conceptos matemáticos.

La inteligencia emocional supera de manera desbordada el conocimiento académico, pues sin ella el niño estará en el lugar equivocado siempre. La inteligencia emocional se estimula con sentimientos o ejemplos de actitudes amables, tiernas, dulces, justas, alegres, sin descartar obstáculos que serán superados en ocasiones con ayuda de los papitos pero en lo posible en la medida proporcional a la edad hay que dejarlos que intenten sus propios métodos, siempre y cuando no sean agresivos, ni representes niveles de frustración. La inteligencia emocional se alimenta con un lenguaje amoroso y positivo, las preguntas absurdas estimulan la creatividad que es un detonante fantástico para la inteligencia emocional.

Con Caricias Calientitas

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