sábado, 29 de septiembre de 2012


ACUERDOS PARA LA FELICIDAD

Educar para la paz es enseñar a solucionar conflictos pacíficamente, es educar para la felicidad; muchos países del mundo son víctimas de guerras, se los exhorta a fortalecer su potencial armamentista como preparación para las guerras anunciadas, en nuestras sociedades occidentales, gente joven realiza actos terribles de violencia, sin tener en cuenta su propia vida y la de los demás. Entonces hay que asumir una “siembra” pacifica, los educadores, liderados por los papitos,  deben implantar en el espíritu de los niños desde su primera infancia, las bases sobre las que se arraiga un comportamiento solidario, pacífico y social, por lo tanto, educar para la paz es más necesario que nunca, entonces esta siembre debe  obligatoriamente abonarse con comunicación, dialogo, y como siempre el mejor ejemplo en valores de  esos que hacen la paz. Para esto es necesario que los papitos estén convencidos que la paz y la no violencia son valores centrales; que los niños quieren ser pacíficos, que pueden aprender a comportarse pacíficamente, y que es un deber ineludible, el orientarlos activamente en este sentido, la primera infancia es el momento justo y oportuno para comenzar a educar para la paz, es decir, que los papitos y adultos deben fortalecerse con más decisión, a recuperar lo perdido y lograr un contrapeso a la creciente violencia dentro y fuera de la sociedad.

Cuando los educadores hablan de la educación para la paz, se refieren a los esfuerzos para orientar a los niños para que: sean apacibles, considerados, cooperadores y que tengan una actitud positiva con los chicos de su familia, su escuela, en la vecindad, con los hermanos y hermanas y también con los adultos; que en caso de disputas y conflictos serios no recurran a la violencia como «solución». Educar para la paz también significa que los papitos: sean capaces de no dejarse someter por comportamientos o intenciones violentas hacia la propia persona; que sean capaces también de ver la injusticia, cuando son otros los que sufren la violencia; de tener consideración, ayudar o intervenir en defensa del que está siendo víctima de violencia, en caso que ésta no pueda defenderse.
Finalmente, la educación para la paz incluye: la prevención de la violencia, y ¿cómo? Pues fortaleciendo la confianza y la unidad familiar como un primer paso decisivo, trayendo la alegría en las acciones cotidianas, mostrando sonrisas para agradecer, pedir un favor, y perdonar, indudablemente los chicos aprenden esto a través del ejemplo que reciben de su entorno. En una dimensión mayor significa comprometerse por cuestiones del bien común, sea en la clase, en la familia, como en la comunidad y en la sociedad en general. El objetivo es, que el niño, en el curso de su aprendizaje durante la primera infancia y en su vida como adulto, llegue a iniciar y a realizar por propia cuenta todo aquello que se refiera a la paz. Es importante remarcar esto, ya que existe una diferencia entre el comportamiento del niño, condicionado por la presencia del adulto, y lo que hace por motivaciones, convicciones y sentimientos propios. Esto último es más durable y flexible, ya que el niño actúa con espontaneidad y por propia iniciativa social y pacíficamente, acorde a la situación.

La educación para la paz comienza con los papitos y los adultos que hacen parte del entorno de los chicos, en cada palabra, en cada acción, consciente o no, se refleja la imagen del adulto; en su actitud en general, en la manera de hablar a los niños, en los puntos en que hace hincapié, en lo que permite, en lo que interviene. Algunos principios importantes de la psicología personal y pedagogía, son significativos para el éxito de una educación para la paz, así como su influencia en la práctica pedagógica: Todos los seres humanos son iguales – sin importar a qué raza, etnia, clase social etc. pertenecen; por tanto, todos tienen los mismos derechos (derechos humanos) e igual dignidad. El ser humano es un ente capaz de aprender; desde la primera infancia aprende todo, también la orientación de los valores, a través de las relaciones humanas y del intercambio social con las distintas personas de referencia.
En la práctica, esto significa que el adulto, frente al niño, nunca debe tomar una actitud de superioridad, de poder (y de por sí con más derechos); que no humilla, devalúa, obliga, castiga, aísla, rompe su relación con él: todos los errores con los cuales se puede ofender a un niño; el hacer de la igualdad una vivencia significa también, que el adulto no debe hacer ninguna diferencia en el trato con los niños y sus semejantes; que no existe un rango, un presunto arriba o abajo en su comportamiento con los demás y en su evaluación de las tareas; por ejemplo, en el hogar nadie puede sobreponerse sobre los demás: ni la postura arrogante del hijo del médico frente al hijo de un campesino, o comentarios que devalúen otras personas, religiones o nacionalidades, estas situaciones se deben sacar de la cotidianidad del niño.
La relación con los chicos debe sobrepasar el afán de enseñar, la postura de inculcar aprendizajes académicos, por el contrario debe ser una relación de confianza, dar la protección que el niño espera y necesita, la ventaja en conocimiento, experiencia y orientación de los valores del adulto, son para el niño las bases ineludibles del aprendizaje. Desde el comienzo, en la familia, el aprendizaje se realiza orientado hacia la persona cercana de referencia, y en interacción con ella: ella es el punto de partida emocional y protección frente al peligro; es, al mismo tiempo, modelo y ejemplo en todos los sentidos: cómo ella habla, actúa, siente; cómo reacciona frente al niño y acoge sus expresiones vitales; cómo reacciona frente a los demás en su medio ambiente, y cómo valora las cosas; cómo estima y encara los deberes y problemas existenciales, por esto es sumamente importante que los papitos tomen conciencia de su actitud, frente a la solución del conflicto, es decir siempre dar un ejemplo impecable. Los papitos deben responder a la necesidad de vínculo del niño con cariñosa atención, comprender y ocuparse de lo que a éste le atañe; el niño debe sentirse seguro, protegido, estimado y comprendido, incluso el chico que a veces se “comporta distinto” a lo que esperan sus papitos, él también merece amabilidad, dulzura, respeto, armonía, solo así se logra que el niño armonice su comportamiento de manera amable y pacífica en su contexto.

Miles de veces puedo repetir, recalcar, insistir en la importancia, eficiencia y eficacia del buen ejemplo, para la paz, el respeto, para la felicidad, para toda la integralidad de los valores, por eso papitos, es tan sencillo como vivir en el amor, hablar con amor, y solucionar el conflicto desde la conciliación basada en una comunicación asertiva, porque cuando hay un desliz de violencia, por parte de los adultos, es detectado e interpretado por el niño, e incluso éste puede incluirlo en su propio comportamiento; que afecta además el sentimiento de confianza mutua. Si, los papitos quieren ayudar s sus hijos a desarrollar una personalidad pacífica capaz de contribuir a la paz, ellos deben ser los primeros en dar ejemplo de no violencia, es decir de conciliación en el trato con las otras personas, y en su propia existencia buscar el equilibrio y la condescendencia.

Tener una posición clara y decidida frente a la violencia, no sometiéndose a ella. El niño no se puede orientar a un modelo que se comporta pacíficamente, pero que no se opone a la violencia cuando otro la práctica, es decir que se somete a ella, esto cuenta no sólo por su reacción a comportamientos violentos en la clase, sino también durante las pausas y en el camino a la escuela; frente a la injusticia y violencia contra los niños y los seres humanos en general, en la comunidad, en el país, en el mundo. Muchos motivos indican que cuanto más credibilidad tienen los chicos en sus papitos como modelos y personas de referencias, más profundas y durables resulta el aprendizaje de un comportamiento social y apacible en los niños.

El ser humano (biológicamente) no tiende instintivamente a la maldad y debe reprimirla, sino que aprende su comportamiento y desarrolla sus sentimientos, su inteligencia, su motivación para el bien, en la relación con las personas hacia quienes se orienta, y de las cuales depende desde el comienzo. Los niños aprenden a lograr sus propósitos con violencia y aprenden, también, a realizarlos sin violencia. Enseñarles esto a los niños es obligación de los papitos, por eso, son componentes importantes de este proceso de aprendizaje: Buscar soluciones sin violencia a los conflictos.
Desde su nacimiento, los niños y niñas se encuentran en una permanente construcción de relaciones sociales y culturales, vínculos que surgen a partir de encontrarse insertos en grupos que preexisten a su llegada como ser: su familia, grupo social, etc. Su participación en estas interacciones sociales, le permiten iniciar el complicado proceso de conocer y conocerse, construirse como persona, construir su identidad individual y sociocultural. Van adquiriendo normas e incluso a medida que crecen pueden no solo apropiarse de ciertas reglas, sino que pueden interpelarlas, cuestionarlas e incluso modificarlas, de eso se trata la construcción de autonomía del niño. Y en ese camino que recorren los niños deben conocer sus derechos y también sus deberes, claro que es posible trabajar estos temas desde la primera infancia, por ejemplo: tienen derecho a ser escuchados, derecho a la alimentación, al descanso, a la recreación, esparcimiento y fundamentalmente al juego, como situación intrínseca a la etapa de la niñez; hablarles en plural, por ejemplo: “vamos a recoger los juguetes”, se están trabajando los deberes, es ir avanzando sobre las consecuencia que trae cada acción, es promover el respeto por la diferencia, como los deberes, por ejemplo a veces los papitos se deben disculpar con los chicos, claro!

Otro punto que hay que aclarar es que los chicos desde su primera infancia aprenden a detectar los que es correcto y lo que no, por ejemplo a un chico tampoco se le dice: “oye popo y nunca  se hace delante de los invitados”, pero gratamente nunca vemos a los chicos haciendo estas faenas, por qué? Pues porque jamás lo han visto; nuevamente el gran maestro el ejemplo, y así van inmersos derechos y deberes.

Despertar la sensibilidad y la comprensión, es una tarea que demanda dulzura, dedicación y sobre todo paciencia, educar para las paz a los hijos necesita que los papitos tengan a flor de piel la paciencia, es más son sus hijos los que le dan la oportunidad de fortalecer la paciencia, hay un valor que es compañera de la paz y es la generosidad, esto hace que los chicos crezcan con conciencia social apropiada, actitud que es base fundamental para vivir en paz.

Con Caricias Calientitas

lunes, 3 de septiembre de 2012

SIN EMBUSTES PARA LA FELICIDAD

Las mentiras en los niños tienen su propio significado, lo que no pasa en los adultos, los pequeños en la primera infancia creen que sus papitos son los “sabelotodo” e incluso creen que les leen el pensamiento. Cuando mienten por primera vez los chicos, creen que los papitos guardarán el secreto, y resulta que los papitos hacen de esa mentira un acontecimiento, social y familiar, situación que inmediatamente empieza a desmoronar la perfección de los papitos; y los chicos de alguna manera se dan cuenta que la realidad es distinta a la que ellos percibían. En los chicos de menos de 4 años, los sueños, deseos y fantasías no siempre se diferencia de la realidad objetiva. La confusión entre la realidad palpable, y los deseos que se satisfacen en su mundo imaginario, inducen la mentira infantil, y es aquí cuando los limites afectuosos, amables, deben aparecer. 

Ahora bien, la mentira la deben diferenciar los papitos y los adultos del imaginario del juego, en ciertos momentos, los chicos elevan su autoestima con mentiras sobre el carro del papito, estas mentiras, son ocasionales en la mayoría de los niños y no se les debe dar el valor dado a la mentira moralmente como algo a sancionar con una penitencia o castigo, sino tratar de entrever la causa que lo llevó al niño a ese accionar y aclararle que eso es una mentira y como tal no se debe repetir. También mienten los chicos, como una estrategia para ganar beneficios y evitar oficios, tales como: lavarse los dientes, o decir que no tiene ganas de hacer chichi para seguir jugando. 

Nuevamente hay que diferenciar las mentiras ocasionales de las mentiras reiteradas, ya que en este caso, están expresando algo por su medio, adquiriendo un valor particular que tiene que ver con cierta verdad histórica e interrelaciones de carácter familiar o social. Papitos y mamitas, las mentiras en los chicos llevan verdades inmersas de sumo cuidado, por ejemplo: “mami la profe dijo que yo soy el mejor”, y todo es mentira, lo que busca el chico es que le presten más atención, que de alguna manera celebren sus logros, por eso la actitud de los papitos es vital, la honradez de la palabra debe ser limpia, sin exageraciones ni mermada, además no lo había dicho antes porque asumo está claro y entendido que el mejor maestro es el ejemplo y en asuntos de mentiras, el ejemplo sigue siendo el mejor maestro. 

A ciertas preguntas infantiles como, la muerte, el nacimiento de los niños, las respuestas o explicaciones que se les dan, distan la mayoría de las veces de la verdad, porque se asume que no entienden, si bien no entienden una explicación científica, técnica, larga y complicada, bobitos no son, y si se responde distorsionando la realidad no se ayuda para nada. Las preguntas de los chicos están íntimamente ligadas con sus historia de vida, y la edad de los por qué, que genera sus primeros interrogantes, de dónde vengo, por qué el abuelito se fue al cielo? Por qué mami no tiene pene? Es una búsqueda permanente de la “verdad”, verdades que ellos aplican a las preguntas simples, por ejemplo, de dónde sacaste esa falda tan bonita? Y contesta, del closet, a lo que adulto hace una fiesta, se ríe, y el chico lo toma como una burla, en estos casos se están enviando mensajes distorsionados de la realidad, en su raciocinio el chico se confunde, y para evitar la “burla” la próxima vez, más bien miente. La tarea de los papitos, es un reto, trasmitir la verdad sin agredir el ímpetu curioso e imaginativo en el niño, su curiosidad por los grandes interrogantes que hacen a la humanidad y que cada uno tratará de apropiarse alguna respuesta.

Los papitos normalmente están creyendo y queriendo hacer ver que la verdad es todo, pero simultáneamente involucran al niño en sus mentiras, “dile que mamita salió”, “dile a los abuelitos que fuimos a la playa”, y peor aun cuando las discusiones entre los papitos son por mentiras. Atención papitos, los chicos en la primera infancia son como esponjas, todo se lo están “pillando”; es como vivir en una mentira, modelos de comportamiento que afectan el carácter, la personalidad, las habilidades y destrezas para la vida de los chicos. Hay, mentiras comunes, por ejemplo lo que pasa en el jardín con su desempeño escolar, dice el viejo refrán que: “los borrachos y los niños nunca mienten”, y eso no es verdad”, los chicos mientes, especialmente cuando sabes que algo estuvo mal hecho, yo no fui, es su primera respuesta, e inculpa sin compasión al hermanito, a quien sea; y esto sucede por miedo al castigo, al regaño y en ocasiones a los golpes, mienten porque tienen pánico, y porque creen que su mentira es creíble, una vez conocí una niña de 5 años que no hizo su plana escolar, y cuando se la pidieron, dijo, “es que se me borró”, la profe llamó a su papá y ella delante de él se mantuvo diciendo, “es que se me borró”, todo por miedo físico a una fuerte golpiza, que en últimas se la dieron… Los chicos aprender a mentir para defenderse, de la agresión física, emocional, de la sanción que lo excluye familiar y socialmente. 

Muchas veces las mentiras son una imitación de sus papitos, ellos oyen cuando mienten y se dan cuenta, nuevamente recalcar que los chicos aprenden más de las acciones que de lo que oyen, la clave está en hablar con el niño, hacerle entender con situaciones comprensibles para su edad los efectos de las mentiras, para quien las dice, y las situaciones malucas y desagradables que genera una mentira, lo mal que se pueden llegar a sentir los otros y que no nos gustaría eso para nosotros; yo soy de las que piensa que las mentiras son mentiras, que no existen las mentiras piadosas o que una mentirilla, para nada la mentira es eso, una mentira. Cuando los papitos descubren a su hijito en una mentira, lo primero es asegurarse que no tenga un motivo poderoso para decirla, en caso contrario hay que sancionar la acción y explicarle dulce, respetuosamente la importancia que tiene la honestidad en su felicidad y la de los seres que lo aman. 

Todos los papitos y docentes alguna vez se enfrentan a la mentira infantil, a veces inocente, y otras veces con verdadera premeditación, lo cierto es que la mentira en el niño es casi una forma normal de comunicarse en el ambiente en que cotidianamente nos desenvolvemos. Cuando se le dice a un niño "Estás mintiendo", hay que tener sumo cuidado. Mentir es decir falsedades, es engañar a través de la palabra. Un niño que miente no siempre lo hace con intención. Normalmente, en la primera infancia los niños confunden la realidad con la fantasía, de ahí que sus juegos parecen tan reales. En esas edades, cuando un niño se acerca al adulto y dice: “Por favor cómprame esta sopita de letras, que prepare en mi restaurante”, está invitando a participar de su fantasía y no está intencionalmente queriendo engañar. Este tipo de "mentira" es inocente, sin premeditación y sobre todo sin querer conseguir ningún beneficio con ello. Queda claro, entonces, que durante la primera infancia la mentira se da como parte del juego, como viviendo su fantasía en la realidad. Resumiendo los chicos mienten por imitación, por miedo, o respondiendo a una exigencia, es cuando se le hace ver que de él se espera mucho; y entonces mientes para satisfacer las expectativas de los papitos. 

Sea cual fuere la causa concreta de la mentira, siempre es señal de que el niño está en apuros. El que miente es porque lo necesita. Con la mentira, el niño nos está diciendo "auxilio". No siempre la mentira es tan grave como para preocuparse. Cuando la mentira es surgida de la fantasía, normalmente con la madurez del niño, ésta desaparece. Cuando se trata de mentira propiamente dicha, tendríamos que preocuparnos si es recurrente o si se presenta como: La mentira patológica: La famosa "mitomanía" que surge del niño que intenta persuadir y convencer a los demás de la realidad de sus relatos. Esta es la mentira que se vuelve habitual, una forma normal de reaccionar en el niño. La mentira neurótica: Surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en el niño o del temor en general. Por ejemplo el caso del niño que habitualmente miente acusando a sus profesores de mal trato para ocultar su rechazo escolar. Hay que cerciorarse de qué tipo de mentiras se está enfrentando, pues, se corre el riesgo de una equivocación garrafal en la intervención. Siempre reaccionar con calma aunque con disciplina. 

Felicitar o premiar al niño que confiesa la verdad. Si se le castiga a pesar de que ha confesado, se está motivando el hábito de mentir (la próxima vez lo hará con más cuidado para que no lo descubran...). Sólo en última instancia habrá que acudir al castigo. Impulsar un ambiente de confianza, en la que el niño se anime a contar sus travesuras y sus errores. Estar alertas. Por mucho amor a los hijos, hay que aceptar que a veces fallan, que no son perfectos e ideales como los sueñan los papitos. Lo ideal es que estas condiciones se den como prevención de la mentira en el niño; esto desde el hogar, es allí donde se crea el primer modelo de comportamiento de los chicos. 

 ¡Animo papitos! Un gran reto los espera en la formación de la honestidad en sus adorados tesoros. 

Con caricias Calientitas