sábado, 19 de octubre de 2013

TOLERANCIA PARA LA FELICIDAD

El Respeto: Hoy en día se nota que la gente cada vez es más intolerante y más susceptible a faltar el respeto, a veces sin querer y otras a propósito, se ve en el día a día, en la calle, en las oficinas, en las áreas sociales, familiares, deportivas, escolares. Entonces se hace apremiante hablar del respeto, la idea es que el respeto recobre su lugar, que su valor se apodere por siempre de las actitudes cotidianas de nuestros niños desde la primera infancia, se trata de tomar conciencia por parte de los papitos y educadores y “cuidadores”, de los chicos, es que cada uno se empiece a respetar, pues como ya se ha dicho en otras oportunidades, en casi todas, no se puede dar de lo que no se tiene.

Respeto es el reconocimiento de que algo o alguien, es tener valor, el respeto se define como la base del sustento de la moral y la ética, el respeto en la vida empieza en el justo momento de la concepción, en el reconocimiento del bebé como entidad única que necesita que ser comprendido y amado. El respeto, como aprendizaje traspasa la barrera de lo conceptual, es más un ejercicio, un habito, una destreza y habilidad, el respeto debe ser compañero inseparable durante toda la vida del niño; por eso hay que iniciar una aceptación y comprensión del bebé, de su forma de actuar, expresarse, aunque los papitos quieran que su bebé sea como a ellos les parece, los chicos vienes armados genéticamente para un carácter, y eso hay que respetarlos, no quiere decir esto que reine la anarquía y los chicos hagan lo que les venga en gana, ni más faltaba.

Es tan difícil saber quién tiene la razón y quién no; sin embargo el respeto nace de
la primera relación desde que el bebé está en el vientre con sus papitos, esto quiere decir que se respeta el bebé sí, se evita todo aquello que le pueda significar daño tanto físico, como mental y emocional, por ejemplo, la mamita lo respeta cuando no fuma, ni ingiere licor, cuando lleva una vida sana y feliz, cuando la familia lo espera con amor, cuando el papito no arremete contra la mamita, con insultos o maltratos físicos, en fin, allí empieza el respeto. Hay que partir del respeto por la diferencia, si el chico crece en un ambiente donde reina el respeto, empezará por espetarse a si mismo y por ende respetará a los otros, hay que aprender a Respetar y aceptar la forma de ser y pensar de los demás, ese debe ser el mayor ejemplo. Por lo tanto los papitos deben evitar criticar, condiciones religiosas, sociales, de raza, políticas.

El respeto, es una forma de vida, se podría decir que de acuerdo al ejemplo que reciben los chicos en el hogar, “adquieren” diferentes modalidades de respeto, o formas de respetar: Respetar por temor: el más antiguo y tradicional, y es muy común en los chicos con sus relaciones con los papitos, y maestros, es un respeto basado en el miedo, este tipo de respeto influye en que el chico se vuelva mentiroso, pues por el falso respeto y miedo miente para evitar un “irrespeto” mayor por parte del adulto.

También los chicos e incluso los adultos respetan por admiración: se da mucho en el mundo de la primera infancia, cuando los chicos idealizan a sus papitos, hermanos mayores, porque quieren ser como ellos, es como un respeto pasajero; incluso puede llegar a convertirse con un mal manejo en respeto por conveniencia, porque inconscientemente los chicos esperan afectos, mimos, atención, cariño, caricias, es importante que los papitos estén alertas a estas señales, pues como todos los valores, el respeto esta asociado al saber ganar y perder, a la humildad y la soberbia. Cuando el respeto va acompañado del amor, cuando hay admiración, asombro, atracción, y un encanto, el respeto sobrecoge a los chicos y su entorno inmediato, es cuando realmente se está sembrando respeto por la diferencia.

Sin embargo los chicos en las diferentes etapas de su primera infancia les cuesta respetar, ellos pasan por etapas que a veces se imponen sobre el respeto: El egocentrismo, los chicos creen y asumen que todo gira en torno a sí mismo es inevitable que tiendan a despreciar a los demás y por lo tanto, que no los traten con el respeto que merecen. La intolerancia aprovecha la ausencia del respeto para hacer de las suyas, más en los papitos que en los chicos, es que a veces los papitos esperan que todo el mundo piense y actúe como ellos, obviamente el respeto la diferencia se refunde y en estos casos la injusticia, la ira controlan la situación y como semejantes sentimientos son los peores consejeros, se desencadena un ciclo de irrespeto que puede llegar al maltrato físico, y todo porque falta formación y practica del Respeto por la Diferencia. Entonces los chicos son otras víctimas más de la falta de respeto, y lo más triste se empobrece hasta la miseria la educación para la felicidad de los chicos.

La falta de valores o de formación en valores desde la primera infancia hace que los chicos crezcan con grados de desadaptación social, familiar, escolar, y su edad adulta ni que hablar! Se puede asegurar que esta situación es hija de la mala educación y mala crianza; son chicos que crecen basando sus actuaciones en conseguir unos objetivos materiales y en satisfacer sus propios deseos o caprichos sin respetar a los demás. La mala educación: Que hace que muchos chicos no sepan guardar unas normas básicas de convivencia, son chicos que crecen en ambientes, donde la burla y la difamación son el ejemplo diario en sus hogares, oyen a sus papitos hablar mal hasta de las abuelitas, oyen critica, se nutren con rencores y así resulta imposible hablar de “Respeto”. Pues ojo papitos porque si bien se necesita una autoridad, esa autoridad que normalmente es el progenitor debe ser el mejor ejemplo de respeto que tenga el chico, los papitos creen sembrar respeto, y acto seguido dan un portazo, utilizan una palabra soez para referirse al mecánico del auto, se burlan de la suegra, hacen chiste contra el sexo opuesto…. Todos ejemplos de falta de respeto.

Cabe recordar que todos los chicos poseen una dignidad por el hecho de ser
personas, y como tal se merecen todo el respeto, al igual que un trato adecuado a su dignidad humana, este derecho básico incluye, tratarlo con amor, respetar sus ritmos, habilidades y destrezas, respetar su vida, su fama, su intimidad,... Sin embargo: algunos chicos por sus características de especiales merecen un respeto mayor debido a una dignidad superior, por ejemplo, los chicos especiales, los chicos con alguna limitación física o emocional, definitivamente los papitos deben respetar primero sus diferencias, respetarse a si mismo, para que sus hijos crezcan con el abono ideal y perfecto del “respeto por la diferencia”, con un ejemplo impecable de parte de sus papitos!

Con Caricias Calientitas

jueves, 10 de octubre de 2013

URBANIDAD PARA LA FELICIDAD

Desde la dulce espera hasta los seis primeros años de vida tiene lugar en el ser humano un desarrollo físico y cognitivo, que se potencia a través de la cultura. El cuidado y afecto de los papitos, mamitas, familiares, cuidadores y adultos significativos es indispensable para la supervivencia de los niños y niñas, y para desarrollar un sano ambiente que le permita adquirir y aprender habilidades para desenvolverse en su medio y por sobre todo ser Feliz!

La crianza con amor, bondad, respeto, jamás será sinónimo de “permisividad”, vale la pena hacer esta aclaración, porque se está confundiendo la crianza con amor para la felicidad con la crianza permisiva e incluso negligente.

Hay un refrán o proverbio que dice, “hay que ponerse en los zapatos ajenos para comprender”, igual con los niños, colocarse en su lugar, dejarlo jugar, mancharse, llorar y desahogarse, dejarlo correr, probar y caerse, respetarlo y hablarle con respeto, amabilidad dulzura, etc. El chico no está reñido con las normas de convivencia de la sociedad ni con los famosos “límites” que tantos pregona, está viviendo su infancia primera. Caricias calientitas defiende a capa y espada la crianza con amor y la importancia del afecto en la educación para felicidad de los niños y niñas; obviamente estos comportamientos afectuoso son objeto de críticas familiares, sociales e incluso escolares, precisamente porque aun se confunde la crianza con amor con la permisividad, y si los niños necesitan normas, limites pero con amor!

Existen dos maneras bien diferentes de “permitirles” a los hijos hacer algo: desde la comunicación, la mirada, la presencia paterna que respeta sus necesidades, su condición de niño y su personalidad; o desde la ausencia, desde la ignorancia, desde la pereza, la comodidad o la negligencia de los papitos, que simplemente “pasan” de sus hijos, no los escuchan ni los conocen, no pasan tiempo con ellos, y por tanto, tampoco los respetan, simplemente los ignoran. Es importante hacer esta distinción para incautos, la crianza con amor para la felicidad, se basa en el afecto, la mirada, la empatía, el tiempo dedicado y realmente compartido con los hijos. Educar es acompañar. Con coherencia, con criterio, con creatividad, con alegría, con cariño y con respeto por el niño pequeño.
El presente frente a la crianza de los niños, está contaminado por el conductismo, sin embargo, existen estudios científicos profundos, en los afectos y las emociones y en la comprensión de la primera infancia, que demuestran que el amor es el pilar fundamental en la crianza para la felicidad desde la autonomía y respeto por la diferencia.

Y  tampoco llegar a los extremos, simplemente es comprender la importancia que tiene la primera infancia, que es y ha sido completamente ignorada por las posturas “oficiales”, que aún hoy siguen defendiendo más que nunca como la gran victoria de la “igualdad” que propone “abandonar” las criaturas en escuelas infantiles a las 16 semanas de vida. Es darle el lugar que merece a la primera infancia, pues cada etapa se construye sobre la base de la anterior. Y si no ha sido, no importa, nunca es tarde para comenzar a respetar y a construir una relación con los hijos basada en la sinceridad, el afecto, la comunicación y la presencia, la amabilidad, el respeto.

Pareciera que implementan una teoría absurda: el niño se educará bien a sí mismo si lo dejamos solo. Los principios de la crianza con amor se basan precisamente en la defensa crucial del afecto, de la corporalidad materna para los bebés, de la importancia de la presencia maternal y paternal a lo largo de toda la infancia y la adolescencia de los hijos. Los seres humanos no son innatamente buenos ni innatamente malos, la interacción con el entorno es lo que los convierte en una cosa u otra.

La crianza respetuosa debe despojarse un poco y paulatinamente de todas las imposiciones culturales con las cuales se convive a diario, por ejemplo siempre hay algún “metido” que dice: ¿Tan grande y todavía toma pecho? Ya va siendo hora de que lo destetes. ¿Y cuándo lo vas a sacar de tu pieza? Si no lo ponen a dormir en su habitación se malacostumbra y después no lo sacan con nada. No lo cargues que se acostumbra a estar en brazos. Es mejor una palmadita a tiempo. ¡Los niños son muy manipuladores! Estas frases y otras similares nos son dichas a diario a los papitos que cometen tamaños errores con los hijos y dejan que duerman en su habitación, los cargan mucho, jamás les pegan, les permiten seguir al pecho cuando están “mayorcitos” -a propósito, ¿qué mente iluminada; dijo alguna vez cuándo son “demasiado mayorcitos” para tomar pecho? y acuden inmediatamente cada vez que los reclaman. Pues bien, a donde quiero llegar es aquí: todas esas creencias son elaboraciones culturales que van surgiendo con el tiempo casi sin que lo advirtamos, son prejuicios invasores, están por todas partes y lo común es que jamás los papitos se toman el tiempo de sentarse a pensar un poco si tienen algún sentido, si son ciertas, si contradicen el instinto y lo más importante si coinciden con la naturaleza de su hijo.

El amor expresado desde la dulce espera, demuestra que cuando el niño o la niña
nacen, ya tienen un pasado de nueve meses amoroso, cálido. Los papitos deben ser conscientes de: las necesidades de contacto físico de sus niños, de la importancia de aceptar sus emociones sin juzgarlos y aceptando la expresión de sus sentimientos, la confianza que deben depositar en sus habilidades, la importancia de conocer sus ritmos de aprendizaje, la importancia de la motivación, la calidad y dedicación de tiempo que deben brindarles, al igual que la autonomía que deben adquirir para que resuelvan sus propios conflictos.

Con Caricias Calientitas

jueves, 3 de octubre de 2013

DISPENSA PARA LA FELICIDAD

¡No he sido yo!" "¡Yo no tengo la culpa!" "¡Ya puedes pedirme disculpas!". Todas frases comunes en el medio infantil incluso en el mundo de los adultos, nadie es perfecto, y todos hacemos a veces cosas que nos hacen meternos en problemas, por eso hay que aprender desde chicos a pedir perdón y ofrecer disculpas. Pedir perdón no es lo mismo que disculparse, al ofrecer disculpas, un chico está diciendo que siente o le sabe mal el daño que ha causado, incluso aunque no lo haya hecho a adrede, cuando un niño se disculpa, también puede añadir que intentará enmendarse en el futuro. Asimismo, la disculpa también puede ir acompañada de una promesa de reparar o sustituir lo que se ha roto (esto lo hacen los papitos), o el chico también se puede retractar de algo que ha dicho.

Asumir una culpa puede ser realmente duro para los niños, así como lo es para los adultos, no obstante, con un poco de paciencia, amabilidad, dulzura y un excelente ejemplo y una serie de pautas se puede conseguir que los más chicos aprendan a pedir perdón, y ofrecer disculpas. Se pide perdón cuando se agreden los sentimientos, y se ofrecen disculpas cuando la acción ataca al “tener” a un bien material. La mayoría de las ocasiones, los niños no se sienten tan arrepentidos de las acciones por las que tienen que ofrecer disculpas, y cuando realmente lo están, gran parte de ellos necesita bastante tiempo hasta conseguir balbucear esta sencilla palabra. Otros sin embargo apenas tardan un segundo en pronunciarla, considerándolo una forma rápida de complacer a los mayores y reanudar su juego.

Enseñar a un niño a disculparse y a subsanar el daño provocado es un proceso
gradual, cuando un niño aprende a pedir perdón, sube un peldaño en su camino hacia la socialización, y también aprende a enmendar sus errores, ser responsable de sus acciones y ser consciente de los sentimientos de los demás y por sobre todo adquiere un halo de nobleza y buenos sentimientos. Obviamente existen algunos tips que ayudan a enseñarles el difícil arte de pedir perdón.

Antes de que un niño pueda disculparse, tiene que ser consciente de que ha cometido un error, lo que en muchas ocasiones les resulta difícil de comprender. Especialmente a los menores de 5 años. Aún están en la etapa egocéntrica y no distinguen entre lo que está bien y está mal, por ello con niños de 2 años o menores, lo importante es centrarse en reforzar las reglas, dejando claro dónde están los límites, de este modo tendrá menos oportunidades de obrar mal y por lo tanto menos cosas por las que disculparse después.

A partir de los 2 y 3 años, es preciso que comprendan por qué es importante que pidan perdón. Dales una explicación sencilla mientras se intenta amablemente sonsacarle un “lo siento”: “Decimos perdón cuando hacemos algo que hace daño o molesta a otra persona”. Aunque a esta edad todavía no tienen capacidad de ponerse figuradamente en la piel de otro, podemos fomentar empatía mostrando cómo se siente la otra persona: “Mira, Carlos está llorando. ¿Cómo te sentirías tú si te hubiesen roto tu dibujo?”. Recordar que además de reprenderles también es positivo ofrecerle las formas de enmendar su falta, como parte de la disculpa. Si le ha roto un juguete a un amigo, hay que animarle a que le deje el suyo para jugar, por ejemplo, o a que se preocupe por el estado de su amiguito en el caso de que le haya empujado. Las disculpas apenas tienen utilidad si no se cambia la conducta errónea. Es necesario, por lo tanto, incidir en las reglas y dejar claras las consecuencias de su incumplimiento.

A la edad de 5-6 años, los niños tienen un sentido más conciso de lo correcto y lo incorrecto y cuentan con capacidad para entender cómo se sienten los demás. Lo que no significa que les parezca más sencillo pedir disculpas. Aunque los niños son conscientes de que han metido la pata, también les preocupa más lo que los demás piensen de ellos, por lo que a pesar de ser “mayores” pueden mostrarse reacios a pedir perdón para evitar llamar la atención al admitir sus errores. A esta edad tienen más ocasiones por las que disculparse, pero también tendrán a su alcance más formas para remediar sus faltas. Las relaciones con los amigos cobran más importancia y serán ellos mismos los que deseen arreglar sus desavenencias con éstos. Sin embargo, por otro lado también tienen más habilidad para encubrir sus malas conductas. Hay que explicarles que al pedir disculpas, una persona está diciendo que siente el mal que haya podido causar y que al pedir perdón sintiéndolo hay que intentar no repetir esa acción en el futuro. Asimismo, la disculpa puede reforzarse si va acompañada de la promesa de reparar o sustituir el daño.

Cuando dos niños se están peleando, puede ser difícil saber quién debe disculparse, entre otras cosas porque sus acusaciones no ayudan: “Ha sido él”, “Pero empezó ella”. Explicarles a los dos que no tienen que tener la culpa para disculparse, ambos deben pedir perdón por lo ocurrido y decirse mutuamente: “Siento lo que ha pasado”. Independientemente de quién empezara, esto les ayuda a tranquilizarse, reparar el daño y continuar con el juego. Lo primero es reconocerle al niño, que disculparse o pedir perdón es difícil, pero que para eso están papito y mamita para darle una manito, es decir pedir perdón al tiempo, de pronto el chico necesita un tiempo para calmarse y enfriarse y es sano darles ese tiempo; en ocasiones también les resulta más fácil disculparse con un gesto, como un dibujo con una nota, regalando una flor o dando un abrazo, en lugar de hacerlo oralmente. No hay que insistir como dando la orden, hay que animarlos pedir perdón, pero no forzarlos, esto sólo podría empeorar la situación y hacer el momento más embarazoso para el niño, a quien en ningún caso le agradará disculparse en esas circunstancias y bajo presión, ordenar de forma brusca sólo consigue que el niño gruña, refunfuñe y pida un perdón aparente sin sentirlo, y esto evidentemente no le esta enseñando nada. Se trata de controlar el enojo, el enfado, en lugar de decirle: “Discúlpate ahora mismo o vas a ver lo que te pasa”, decirle: “Cuando encuentres la forma de llevarte bien con tu amigo sin hacerle sentir mal, podrás jugar con él” esto es mas efectivo.

Nuevamente sale a relucir, el campeón, el as, el súper ejemplo, si el niño está enojado o simplemente no está dispuesto a pedir perdón, los papitos pueden disculparse por él, los papitos deben ser un buen ejemplo y ayudar a que el damnificado se sienta mejor, sin dejar de tratar el tema con el niño después, se puede decir: “Mariana y yo sentimos mucho lo que ha pasado y ahora hablaremos en casa, del tema ¿verdad?”.

Muchos niños usan el "lo siento" como un salvo-conducto para librarse de un castigo o una reprimenda y lo sueltan ante la primera sospecha de haber cometido algo malo, esperando que todo se solucione fácilmente, incluso puede extrañarles que los papitos continúen enojados después de su "disculpa", si repite el mal comportamiento al poco tiempo evidentemente no ha aprendido el significado de la palabra perdón, aunque apenas le cueste pronunciarla, es deber de los papitos enseñarles a disculparse cuando se comete un error, pero que no sirve de nada si las cosas no se cambian y se hacen mal de nuevo.

Pedir perdón a un niño, al hijo, claro que si los adultos también se equivocan y están en el deber de pedir perdón a sus chicos; cuando se le pide perdón a un hijo, se le demuestra que pedir perdón no es sólo cosas de niños. Al pedir perdón se le e debe explicarle al niño la razón por la que se hace, con dulzura, amabilidad, claridad, precisión, y con un lenguaje a su alcance y ojala extremadamente tierno; sin abrumarlo con excusas y miles de explicaciones. Procurar no cometer siempre el mismo error y verse en la situación de tener que pedir perdón una y otra vez por la misma acción. Hay que tener presente lo aplicable a los niños: un perdón no significa nada si la conducta no se cambia. Por otro lado, si los papitos se enojan y permanecen así por largo rato, y castigan al chico con la indiferencia, la confianza se deteriora, la comunicación se quiebra, pedir perdón no disminuye la autoridad de los papitos, es más probable que posteriormente el niño respete la autoridad paterna y materna y se muestre menos rebelde.

Tan difícil como pedir perdón puede resultar aceptar una disculpa, según los investigadores los niños tienen una perspectiva del perdón diferente a la de los adultos, aquellos buscan la justicia, ofreciendo el perdón sólo si se purga un castigo, por lo tanto, es usual que en primer término busquen una venganza, resulta triste pero así es; por eso hay que explicarle el significado de cada cosa, recordándole por ejemplo, las ocasiones en que ha perdonado a otras personas: "Perdonaste a tu hermano cuando te molestó. Pero si le haces tú lo mismo, eso no es perdonar, es venganza. ¿Qué hubiera pasado después? Sin embargo le has perdonado y ahora vuelves a jugar con él". Explicarle que cuando las personas se perdonan no significa que se apruebe lo que hicieron mal, sino que le están diciendo que lo que hicieron no estuvo bien, pero que de todas formas se les perdona. Hay que evitar subestimar su dolor diciéndole cosas como: "Sólo te ha roto el muñeco. No es para ponerse así". Los niños pequeños se sienten heridos por sucesos que los adultos consideran menores, pero que para ellos no lo son. Aunque es probable que los niños no entiendan el perdón en toda su amplitud, es importante que les enseñes la compasión y la disposición a dar en ocasiones una segunda e incluso una tercera oportunidad.

En ocasiones el verdadero perdón puede ser difícil y una simple disculpa expresa
puede no bastar para sanar la herida o dar por zanjado el penoso incidente. Probablemente el niño busque justicia, reemplazando el juguete roto, o comprobando cómo la otra persona es sancionada, en estos casos es mejor reconocer el daño causado y premiar o elogiar su esfuerzo por perdonar, diciéndole que ha hecho lo correcto. Pero puede no ser suficiente para que todo vuelva a ser como antes, aunque el niño o la niña sean muy pequeños quizás pueda haberse sentido verdaderamente herido por algo que le haya podido hacer algún amiguito y tardar algún tiempo en perdonar, así mismo puede no querer seguir manteniendo la amistad con ese chico, no hay que forzarlo a perdonar si no lo siente. "Cuando alguien te pide perdón por algo, es posible que no te sientas con ganas de volver a ser su amigo inmediatamente. También puede ser que, si una persona que se ha portado mal contigo muchas veces y no cambia, dejes de querer ser su amigo. El hecho de que una persona se disculpe contigo no significa que estés obligado a volver a ser su amigo." Eso sólo dependerá de él, hacerle saber que disculpar no es lo mismo que continuar la relación con ese niño y hay que tratar de averiguar la causa y comprenderlo antes de pedirle que se disculpe, como en la vida adulta a veces un "lo siento" lo arregla todo y otras puede llevar su tiempo que las relaciones vuelvan a ser como antes.

Es tan sencillo hablarles con dulzura, respeto y explicarles que cuando le piden perdón a alguien -y lo hacen sinceramente- significa que se han detenido a pensar en cómo puede haberse sentido esa persona por algo que ellos han dicho o hecho, es llevarlos por la ruta de los sentimientos de la otra persona, y es en ese momento que los chicos comienzan a sentirse mal por su comportamiento equivocado, incluso hasta se avergüenzan, aunque lo que ha ocurrido haya sido un accidente o lo haya hecho sin querer, probablemente el chico se sienta muy mal. Y luego viene una explicación alegre y amorosa de las ventajas de pedir perdón y de cómo él se va a sentir feliz.

Hay muchas formas diferentes de pedir perdón. He aquí algunos ejemplos: "Me siento muy mal haberte dicho algo tan feo." "Siento haberte dañado tu cuento." Cuando los niños pequeños se enojan, pueden pegarse, darse patadas o gritos, hay que pensar que ellos primero están reflejando el ejemplo que tienen normalmente y segundo que ellos no tienen mucho autocontrol, y pueden no haber aprendido todavía que está mal pegar a otra persona cuando se está enojado. Pero, cuando crecen y aprenden a utilizar palabras, saben que es mejor hablar que pegar, dar patadas o gritar, cuando se está enfadado, ellos aprenden a expresar sus sentimientos verbalmente, es decir, con palabras. Por supuesto, las palabras que emplean cuando están enfadados pueden ser más fuertes o duras de lo habitual -pero no es preciso que sean despreciativas o insultantes, se les debe explicar que pueden expresar su enojo con sinceridad sin ser maleducado o grosero. Pero a veces los domina el enojo y pierden el control, igual que les sucede a muchos papitos, y hay que decirles cuando estén calmados (aislarlos es buena táctica), que aunque tiene derecho a enojarse en la vida, hay que comportarse bien, de lo contrario va a pasar un mal rato, se va a congestionar de llorar, y por último se debe contentar solo y pedir perdón.

En los niños como en los adultos, pedir perdón cuando es hacer lo correcto, un ejercicio necesario para los chicos y los adultos que ayuda a que el perdón sea verdadero, es recordar sin enojarse y muchos menos alentar sentimientos de rencor. Disculparse es una buena cosa. Pero, en sí, puede no bastar para que todo vuelva a ser A veces, un "lo siento" sincero lo arregla todo inmediatamente.

Con Caricias Calientitas