Desde la dulce espera hasta los seis primeros años de vida tiene lugar en el ser humano un desarrollo físico y cognitivo, que se potencia a través de la cultura. El cuidado y afecto de los papitos, mamitas, familiares, cuidadores y adultos significativos es indispensable para la supervivencia de los niños y niñas, y para desarrollar un sano ambiente que le permita adquirir y aprender habilidades para desenvolverse en su medio y por sobre todo ser Feliz!
La crianza con amor, bondad, respeto, jamás será sinónimo de “permisividad”, vale la pena hacer esta aclaración, porque se está confundiendo la crianza con amor para la felicidad con la crianza permisiva e incluso negligente.
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El presente frente a la crianza de los niños, está contaminado por el conductismo, sin embargo, existen estudios científicos profundos, en los afectos y las emociones y en la comprensión de la primera infancia, que demuestran que el amor es el pilar fundamental en la crianza para la felicidad desde la autonomía y respeto por la diferencia.
Y tampoco llegar a los extremos, simplemente es comprender la importancia que tiene la primera infancia, que es y ha sido completamente ignorada por las posturas “oficiales”, que aún hoy siguen defendiendo más que nunca como la gran victoria de la “igualdad” que propone “abandonar” las criaturas en escuelas infantiles a las 16 semanas de vida. Es darle el lugar que merece a la primera infancia, pues cada etapa se construye sobre la base de la anterior. Y si no ha sido, no importa, nunca es tarde para comenzar a respetar y a construir una relación con los hijos basada en la sinceridad, el afecto, la comunicación y la presencia, la amabilidad, el respeto.
Pareciera que implementan una teoría absurda: el niño se educará bien a sí mismo si lo dejamos solo. Los principios de la crianza con amor se basan precisamente en la defensa crucial del afecto, de la corporalidad materna para los bebés, de la importancia de la presencia maternal y paternal a lo largo de toda la infancia y la adolescencia de los hijos. Los seres humanos no son innatamente buenos ni innatamente malos, la interacción con el entorno es lo que los convierte en una cosa u otra.
La crianza respetuosa debe despojarse un poco y paulatinamente de todas las imposiciones culturales con las cuales se convive a diario, por ejemplo siempre hay algún “metido” que dice: ¿Tan grande y todavía toma pecho? Ya va siendo hora de que lo destetes. ¿Y cuándo lo vas a sacar de tu pieza? Si no lo ponen a dormir en su habitación se malacostumbra y después no lo sacan con nada. No lo cargues que se acostumbra a estar en brazos. Es mejor una palmadita a tiempo. ¡Los niños son muy manipuladores! Estas frases y otras similares nos son dichas a diario a los papitos que cometen tamaños errores con los hijos y dejan que duerman en su habitación, los cargan mucho, jamás les pegan, les permiten seguir al pecho cuando están “mayorcitos” -a propósito, ¿qué mente iluminada; dijo alguna vez cuándo son “demasiado mayorcitos” para tomar pecho? y acuden inmediatamente cada vez que los reclaman. Pues bien, a donde quiero llegar es aquí: todas esas creencias son elaboraciones culturales que van surgiendo con el tiempo casi sin que lo advirtamos, son prejuicios invasores, están por todas partes y lo común es que jamás los papitos se toman el tiempo de sentarse a pensar un poco si tienen algún sentido, si son ciertas, si contradicen el instinto y lo más importante si coinciden con la naturaleza de su hijo.
El amor expresado desde la dulce espera, demuestra que cuando el niño o la niña
nacen, ya tienen un pasado de nueve meses amoroso, cálido. Los papitos deben ser conscientes de: las necesidades de contacto físico de sus niños, de la importancia de aceptar sus emociones sin juzgarlos y aceptando la expresión de sus sentimientos, la confianza que deben depositar en sus habilidades, la importancia de conocer sus ritmos de aprendizaje, la importancia de la motivación, la calidad y dedicación de tiempo que deben brindarles, al igual que la autonomía que deben adquirir para que resuelvan sus propios conflictos.
Con Caricias Calientitas
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