domingo, 14 de febrero de 2016

HABLA PARA LA FELICIDAD

El lenguaje de la felicidad de los bebés comienza desde temprana edad con balbuceos y sonidos vocálicos y guturales, que son una serie de respuestas ante los estímulos del medio ambiente. Es importante hacer buen uso del lenguaje y ser claro pues el bebé “sí entiende”, entonces es de suma importancia hablar con los bebés, incluso desde el vientre materno, así se le permite al pequeño familiarizarse con la voz de los más allegados, es de esta manera que empieza a conocer padres, familiares y amigos como los sonidos del lenguaje. 

La comunicación oral debe permanecer a lo largo de la vida de la infancia, esencialmente en el primer año de vida, donde adquiere la estimulación adecuada para el desarrollo del lenguaje: En el primer año de vida (0 a 12 meses) explicar al bebé lo que se hace diariamente, con palabras dulces: los quehaceres domésticos, lo que se hace con él (alimento, baño, etc.), y lo más importante, decirle que lo queremos, y que nos gusta lo que hace; felicitamos cada logro. Cantarle, leer cuentos, mostrar imágenes para que las relacione con palabras, como cuando le mostramos la foto de mamá. Contestar cualquier balbuceo del bebé, y hacer pausas cuando “hablamos” con él para dar tiempo a que responda. Como sugerencia, la pronunciación del adulto debe ser clara, con voz suave y procurando exagerar las gesticulaciones, con la intención de que el bebé nos imite. 

En el segundo año de vida ( 12 a 24 meses) los pequeños incorporan varias
palabras a su lenguaje, pero también se comunican por medio de señas o gestos. Es muy común que utilicen para todo una sola palabra, o simplemente señalen lo que quieren, y papá o mamá lo interpretan y se lo dan. Los adultos no deben caer en ese juego, sino ayudarlo a hablar: Es recomendable decirle el nombre de las cosas antes de dárselas: “¿quieres agua? ¿si? Dime: dame agua….aaagua” y esperar un momento para que el bebé lo intente; si lo hace le decimos lo bien que lo ha hecho, y le damos entonces el agua; si no dice nada, de cualquier manera le damos el agua, pero seguimos haciendo lo mismo cada vez que pide algo; poco a poco aprenderá a pedir, y luego, con nuestra ayuda, a dar las gracias, como quien dice etiqueta y protocolo infantil… En caso de que el niño conozca y use palabras, se le debe insistir poco a poco que pronuncie correctamente; igual que nosotros; le hablamos con dulzura, hablar por teléfono con alguien que le resulte familiar, animándolo a responder y hacer preguntas, conversar acerca de su día, etc. Grabar su voz y luego ponerlo a que se escuche, su asombro es total… y decirle “esa es tu voz”. La mejor manera de incrementar el lenguaje del menor es hablando con él, preguntarle cosas y esperar una respuesta, es decir, hacer pausas, y luego alegrarnos mucho cuando nos conteste.

A partir del tercer año de vida ( 24 a 36 meses) los niños incorporan más frases elaboradas a su lenguaje. Comienza la etapa de los cuestionamientos “¿Por qué…?”, tal vez esto resulte fatigoso para los acompañantes, pero hay que ser conscientes que los pequeños se encuentran interesados en investigar todo lo que les rodea, por este motivo es importante que las respuestas sean correctas para no limitar su aprendizaje. Un ejercicio de estimulación distinto que se puede aplicar con el niño, es ponerlo frente al espejo, y el adulto detrás de él; vocalizar exageradamente para que el pequeño observe e imite los movimientos; se pueden pronunciar varios adjetivos como bonito, feo, alto, bajo, etc., y aplicarlos. 

También en esta etapa es tiempo de que el pequeño comience a conocer las palabras de cortesía “gracias”, “por favor”, etc, nuevamente aparecen las palabras mágicas ya oficialmente, y si al pequeño le es complicado pronunciar algunas palabras, se pueden practicar inventando canciones divertidas, para acostumbrar al niño con el sonido y pronunciación. Por lo general, en esta edad, los niños suelen confundir los conceptos del tiempo: mañana, ayer, hoy, etc., para ayudarlos se puede hacer con ellos un collage de imágenes dividido en tres partes, que cada uno represente los diferentes momentos del día, y las actividades que se realizan en cada uno de ellos. De igual forma se pueden introducir actividades poco frecuentes que se llevaron a cabo el día anterior, o las del día siguiente, para ayudarlos a construir el significado del tiempo, y las palabras que los representan. Finalmente, hay que enfatizar una vez más la importancia de la comunicación con los niños y niñas, y dirigirse a ellos empleado un lenguaje correcto, claro, sencillo, pero sobretodo afectuoso, en su expresión y entonación. 

Con Caricias Calientitas…

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