La primera vez que vemos a nuestro bebé, pensamos en cuánto le queda por aprender y para nada ellos vienen equipados con un kid de comunicación, los 5 sentidos, que les guían y les ayudan a comunicarse e investigar el mundo al que acaban de llegar. Ellos nuestros adorados tesoros saben mucho más de lo que piensan sus papitos, y con su inteligencia emocional innata consiguen que los adultos satisfagan sus pedidos! Son capacidades comunicativas, un kis llenos de miradas ansiosas, amorosas, tiernas, curiosos, miradas que buscan el diálogo con nosotros; ellos necesitan expresar a su manera la necesidad que tienen de los adultos para crecer adecuadamente.
El bebe, desde que nace cautiva con su mirada, e incluso con su mirada es que logra captar la atención, son miradas que derriten y más cuando la sostienen, los que se derriten son los papitos. Desde que nace, es capaz de dirigir, sostener y captar la atención con su mirada, esto sucede cuando su cara está bien cerquita. Los especialistas lo llaman capacidad de atención visual sostenida. Pues esa mirada inspira a los papitos y a los adultos a hablarles, comunicarles, decirles, acariciarlos, por la mirada de un bebé es inteligente y por sobre todo un torrente de ternura y dulzura. Seguramente algunos papito dirán, pero ellos no entienden… pues pudiera ser que no entiendan inicialmente el concepto como tal pero el tono, la dulzura, el susurro, estimulan el área del lenguaje en su cerebro, y se les ayuda a desarrollar la capacidad de hablar. Por otra parte, y poco a poco, las palabras le ayudan a comprender el mundo que le rodea y a sí mismo.
El bebé sabe perfectamente a quién dirigirse cuando necesita algo, jamás se dirige a la mascota, si tiene hambre, si le incomoda un pañal mojado, con los papitos establece su vínculo y los trata de forma preferente y diferente que a los demás. El bebé sorprende a los papitos, los emociona, y esto hace que la unión crezca día a día. Además, demuestra que comparte los sentimientos paternales y descubre que los papitos perciben sus sentimientos; el niño no reacciona como un animalillo salvaje, actúa exactamente igual que los adultos: se pone triste cuando enferma o cuando percibe tristeza en los papitos, su alegría la saca a relucir cuando se le juega, se le canta, muestra miedo ante ruidos extraños... Y busca soluciones a sus estados de ánimo: para mitigar su tristeza busca el contacto físico con los papitos, si tiene miedo grita y llora para que alguien corra en su ayuda, si está contento despliega alegría por los cuatro costados hasta contagiarnos con sus gorjeos y sonrisas. El bebé entiende y percibe.
El bebé tiene una capacidad e impulso a la interacción y viene profundamente impresa en los genes. Se manifiesta antes incluso de nacer: cuando se le dan suaves golpecitos en la barriga de la embarazada, el bebé responde. La emoción de los papitos es justo lo que él necesita para seguir esforzándose y crecer. El bebé necesita que su movimiento tenga una dirección, un sentido, y ese sentido lo da la mamita; para aprender a hablar, necesita que alguien se emocione con sus balbuceos; para aprender a caminar, necesita que también haya alguien hacia quien dirigir sus pasos. Suelen ser los papitos o su persona de referencia. El pequeño es interactivo por naturaleza, pero necesita un interlocutor. Mamita e hijo se construyen mutuamente en función del otro. Su capacidad innata de interacción con el medio tiene sus limitaciones: no cuenta con la palabra, ni puede dirigir sus movimientos de forma controlada. Para superar esto cuenta con su capacidad de imitación. El niño saca la lengua, frunce el ceño, a partir del segundo mes ya sonríe ante nuestra sonrisa... ¿Qué pretende? O, mejor aún: ¿Qué consigue? Consigue que, alentados por su atención, sorprendidos, continuemos sacándole la lengua, levantando las cejas, sonriéndole... En definitiva, que sigamos enseñándole.
Y consigue, sobre todo, aprender poco a poco a controlar su lengua, sus cejas, sus manos, sus deditos... Para más tarde aprender acciones más complejas. Es una cuestión práctica. Todo lo aprende imitando. Y hay que empezar por lo más sencillo: sacar la lengua. Todas esas cosas que hacemos con facilidad, como vestirnos, son en realidad una concatenación de acciones complejísimas que el bebé aprende imitando y repitiendo. Y ellos no quieren quedarse atrás: por eso empiezan tan pronto.
Parece increíble que todo lo hacen los pequeños tiene un porqué y un para qué. Los especialistas lo llaman competencia del gesto y la postura. Todo su cuerpo habla por él: se arquea cuando está a disgusto o le duele algo, se relaja cuando se siente bien. Busca el contacto siempre que puede, solo hay que observar sus posturas. Sus acciones, además, están guiadas por su ingenio corporal. La forma de poner la mano sobre el pecho de la mamita, por ejemplo, favorece la liberación de oxitócica, la hormona del amor una hormona que relaja a la mamita y actúa a medio plazo en su humor y en el vínculo que establece con su hijo. El bebé estimula el pecho con una precisión de reloj suizo...
Vienen como “doctorados” haciendo alarde de todas sus capacidades comunicativas. Utiliza las emociones como forma de pensamiento. Lo que él no puede pensar con palabras hace que el adulto lo sienta, lo piense y lo exprese por él, el contacto con su cuerpo, le hace sentir y saber muchas más cosas a los papitos de las que ellos podrían explicar con la lógica. Los papitos y los adultos que tienen a su cargo el cuidado del niño son impredecibles, por ejemplo. Ponen las manos a su disposición mientras él no puede hacer uso de las suyas. Por eso los papitos arman gran algarabía, cuando el bebé sonríe y que decir del éxtasis que les produce oír papá y mamá!".
Los niños en la primera infancia aprenden más rápido y mejor si alguien los motiva, los estimula adecuada y oportunamente, los elogia, les celebra.
Los papitos se vuelven comparativos, les encanta elogiar que su hijo hace, lo que aun no hace un chico ojala mayor que él; esto es normal siempre y cuando no trascienda la prudencia y respeto por la familia del otro chico, y es normal porque para conocer a los niños durante su primer año de vida, hay que guiarse por sus gestos, movimientos, miradas o balbuceos. Claro que existen unos indicadores que muestran que el bebé está desarrollándose adecuadamente desde el punto de vista cognitivo durante el primer año de vida. El factor que más importancia tiene en el desarrollo del niño durante este periodo va a ser la relación con los objetos y con el adulto.
Respecto al objeto, hay que promover que el niño tenga cerca por lo menos uno, normalmente un peluche, móviles de cuna, mantitas…, lo que facilita que lo pueda chupar, tocar, agarrar, o solamente mirar. En cuanto a la relación con los adultos, en los primeros años de vida los niños tienen una marcada preferencia por la mamá, su vínculo de apego. No obstante, esto no quiere decir que el niño no reconozca a otros adultos o no quiera relacionarse con ellos. Vale decir, que la relación inicial entre adulto y niño se da para compartir un objeto entre los dos. Cuando el niño señala algo que quiere o le gusta, por ejemplo una galleta, y luego mira al adulto, es que ha madurado cognitivamente y es capaz de realizar una comunicación a tres, entre él, el adulto y un objeto. Esta relación triádica suele aparecer a partir de los 12 meses; comunicación que tiene que salir del propio niño, pero aquí viene nuevamente la estimulación adecuada y oportuna.
Hoy Caricias calientitas pasa por la estimulación e los sentidos del niño y hace una invitación para que los papitos se recreen y fascinen motivando el kid de comunicación que traen sus adorados tesoros, los papitos tiene a la mano recursos invaluables como el amor, la dulzura, la dedicación, la ternura, el juego, la canción, el lenguaje, la dedicación y el deseo de educar para la felicidad y recordar que todo esto es valido durante la primera infancia.
Con Caricias calientitas
Las disminuciones sensoriales privan pues, de la posibilidad de un desarrollo adecuado. Los déficits sensoriales son todas aquellas deficiencias relacionadas con los sentidos aunque son las fundamentales, las deficiencias auditivas y las visuales, que son los canales que propician en mayor potencia la codificación y decodificación del mundo externo e interno.
El bebe, desde que nace cautiva con su mirada, e incluso con su mirada es que logra captar la atención, son miradas que derriten y más cuando la sostienen, los que se derriten son los papitos. Desde que nace, es capaz de dirigir, sostener y captar la atención con su mirada, esto sucede cuando su cara está bien cerquita. Los especialistas lo llaman capacidad de atención visual sostenida. Pues esa mirada inspira a los papitos y a los adultos a hablarles, comunicarles, decirles, acariciarlos, por la mirada de un bebé es inteligente y por sobre todo un torrente de ternura y dulzura. Seguramente algunos papito dirán, pero ellos no entienden… pues pudiera ser que no entiendan inicialmente el concepto como tal pero el tono, la dulzura, el susurro, estimulan el área del lenguaje en su cerebro, y se les ayuda a desarrollar la capacidad de hablar. Por otra parte, y poco a poco, las palabras le ayudan a comprender el mundo que le rodea y a sí mismo.
El bebé sabe perfectamente a quién dirigirse cuando necesita algo, jamás se dirige a la mascota, si tiene hambre, si le incomoda un pañal mojado, con los papitos establece su vínculo y los trata de forma preferente y diferente que a los demás. El bebé sorprende a los papitos, los emociona, y esto hace que la unión crezca día a día. Además, demuestra que comparte los sentimientos paternales y descubre que los papitos perciben sus sentimientos; el niño no reacciona como un animalillo salvaje, actúa exactamente igual que los adultos: se pone triste cuando enferma o cuando percibe tristeza en los papitos, su alegría la saca a relucir cuando se le juega, se le canta, muestra miedo ante ruidos extraños... Y busca soluciones a sus estados de ánimo: para mitigar su tristeza busca el contacto físico con los papitos, si tiene miedo grita y llora para que alguien corra en su ayuda, si está contento despliega alegría por los cuatro costados hasta contagiarnos con sus gorjeos y sonrisas. El bebé entiende y percibe.
El bebé tiene una capacidad e impulso a la interacción y viene profundamente impresa en los genes. Se manifiesta antes incluso de nacer: cuando se le dan suaves golpecitos en la barriga de la embarazada, el bebé responde. La emoción de los papitos es justo lo que él necesita para seguir esforzándose y crecer. El bebé necesita que su movimiento tenga una dirección, un sentido, y ese sentido lo da la mamita; para aprender a hablar, necesita que alguien se emocione con sus balbuceos; para aprender a caminar, necesita que también haya alguien hacia quien dirigir sus pasos. Suelen ser los papitos o su persona de referencia. El pequeño es interactivo por naturaleza, pero necesita un interlocutor. Mamita e hijo se construyen mutuamente en función del otro. Su capacidad innata de interacción con el medio tiene sus limitaciones: no cuenta con la palabra, ni puede dirigir sus movimientos de forma controlada. Para superar esto cuenta con su capacidad de imitación. El niño saca la lengua, frunce el ceño, a partir del segundo mes ya sonríe ante nuestra sonrisa... ¿Qué pretende? O, mejor aún: ¿Qué consigue? Consigue que, alentados por su atención, sorprendidos, continuemos sacándole la lengua, levantando las cejas, sonriéndole... En definitiva, que sigamos enseñándole.
Y consigue, sobre todo, aprender poco a poco a controlar su lengua, sus cejas, sus manos, sus deditos... Para más tarde aprender acciones más complejas. Es una cuestión práctica. Todo lo aprende imitando. Y hay que empezar por lo más sencillo: sacar la lengua. Todas esas cosas que hacemos con facilidad, como vestirnos, son en realidad una concatenación de acciones complejísimas que el bebé aprende imitando y repitiendo. Y ellos no quieren quedarse atrás: por eso empiezan tan pronto.
Parece increíble que todo lo hacen los pequeños tiene un porqué y un para qué. Los especialistas lo llaman competencia del gesto y la postura. Todo su cuerpo habla por él: se arquea cuando está a disgusto o le duele algo, se relaja cuando se siente bien. Busca el contacto siempre que puede, solo hay que observar sus posturas. Sus acciones, además, están guiadas por su ingenio corporal. La forma de poner la mano sobre el pecho de la mamita, por ejemplo, favorece la liberación de oxitócica, la hormona del amor una hormona que relaja a la mamita y actúa a medio plazo en su humor y en el vínculo que establece con su hijo. El bebé estimula el pecho con una precisión de reloj suizo...
Vienen como “doctorados” haciendo alarde de todas sus capacidades comunicativas. Utiliza las emociones como forma de pensamiento. Lo que él no puede pensar con palabras hace que el adulto lo sienta, lo piense y lo exprese por él, el contacto con su cuerpo, le hace sentir y saber muchas más cosas a los papitos de las que ellos podrían explicar con la lógica. Los papitos y los adultos que tienen a su cargo el cuidado del niño son impredecibles, por ejemplo. Ponen las manos a su disposición mientras él no puede hacer uso de las suyas. Por eso los papitos arman gran algarabía, cuando el bebé sonríe y que decir del éxtasis que les produce oír papá y mamá!".
Los niños en la primera infancia aprenden más rápido y mejor si alguien los motiva, los estimula adecuada y oportunamente, los elogia, les celebra.
Los papitos se vuelven comparativos, les encanta elogiar que su hijo hace, lo que aun no hace un chico ojala mayor que él; esto es normal siempre y cuando no trascienda la prudencia y respeto por la familia del otro chico, y es normal porque para conocer a los niños durante su primer año de vida, hay que guiarse por sus gestos, movimientos, miradas o balbuceos. Claro que existen unos indicadores que muestran que el bebé está desarrollándose adecuadamente desde el punto de vista cognitivo durante el primer año de vida. El factor que más importancia tiene en el desarrollo del niño durante este periodo va a ser la relación con los objetos y con el adulto.
Respecto al objeto, hay que promover que el niño tenga cerca por lo menos uno, normalmente un peluche, móviles de cuna, mantitas…, lo que facilita que lo pueda chupar, tocar, agarrar, o solamente mirar. En cuanto a la relación con los adultos, en los primeros años de vida los niños tienen una marcada preferencia por la mamá, su vínculo de apego. No obstante, esto no quiere decir que el niño no reconozca a otros adultos o no quiera relacionarse con ellos. Vale decir, que la relación inicial entre adulto y niño se da para compartir un objeto entre los dos. Cuando el niño señala algo que quiere o le gusta, por ejemplo una galleta, y luego mira al adulto, es que ha madurado cognitivamente y es capaz de realizar una comunicación a tres, entre él, el adulto y un objeto. Esta relación triádica suele aparecer a partir de los 12 meses; comunicación que tiene que salir del propio niño, pero aquí viene nuevamente la estimulación adecuada y oportuna.
Hoy Caricias calientitas pasa por la estimulación e los sentidos del niño y hace una invitación para que los papitos se recreen y fascinen motivando el kid de comunicación que traen sus adorados tesoros, los papitos tiene a la mano recursos invaluables como el amor, la dulzura, la dedicación, la ternura, el juego, la canción, el lenguaje, la dedicación y el deseo de educar para la felicidad y recordar que todo esto es valido durante la primera infancia.
Con Caricias calientitas
Las disminuciones sensoriales privan pues, de la posibilidad de un desarrollo adecuado. Los déficits sensoriales son todas aquellas deficiencias relacionadas con los sentidos aunque son las fundamentales, las deficiencias auditivas y las visuales, que son los canales que propician en mayor potencia la codificación y decodificación del mundo externo e interno.
Que bueno está ésto del lenguaje gestual...cuántos cosas se expresan con los gestos y más en los niñitos, cuando todavía no saben hablar.
ResponderEliminarGracias Tita, genial e interesantísima tu nota de hoy.
Abrazos desde los Bosques empitukados marinos!!!