sábado, 9 de julio de 2011

EDUCACIÓN ESPIRITUAL PARA LA FELICIDAD


La opción de educar espiritualmente a los niños, es una tarea fascinante para los papitos y los demás educadores, y aunque no existen fórmulas sencillas para el cultivo espiritual, hay algunas orientaciones reflexivas que pueden ayudar mucho en este empeño.

Al igual que el desarrollo cognoscitivo y el sexual, el desarrollo espiritual es un proceso natural que ocurre espontáneamente si el niño encuentra, primero un excelente ejemplo, un apoyo y circunstancias apropiadas y, por el contrario, este desarrollo se suprime o se obstaculiza, privara al niño de los recursos para el disfrute pleno de su existencia como persona feliz.

Así como para los papitos, en el proceso de crianza está la prioridad de atender las necesidades físicas e intelectuales de los niños a medida que avanzan en su proceso de crecimiento y desarrollo, de igual manera es necesario promover en los chicos el desarrollo y fortalecimiento de la dimensión espiritual. Resulta inapropiada la actitud de los papitos que no ejercen sobre sus hijos ninguna formación espiritual, porque la asimilan con un credo religioso, y entonces dejan a la deriva, que para que cuando el chico esté adulto decida a que credo religioso entrar. Dejar de lado el acompañamiento moral o espiritual a un hijo dejándolo al azar o a su propia elección “cuando tenga edad” para ello, es considerado por varios autores como altamente inconveniente. Si la orientación espiritual no está presente durante el proceso de crianza incluyendo la fase educativa, el niño cuando la conozca la considerará extraña al proceso y tendrá el concepto de que no es indispensable.

Los papitos pueden y deben promover en sus hijos el crecimiento espiritual al igual que se cultiva el crecimiento físico, el emocional, el intelectual y el social. Se debe tener muy en cuenta el pensamiento de Heráclito cuando afirma que “el que conoce lo externo es un erudito, el que se conoce a sí mismo es un sabio”. El espíritu de un niño es espontáneo y único. Con su inocencia, los niños pueden recordar a los adultos una espiritualidad que es sencilla, directa e increíblemente original, con su bondad, los niños hacen evocar creencias y valores esenciales. La formación de la dimensión espiritual de un niño se logra por medio de una estrecha comunicación entre los papitos y éste, en la que se dan respuesta a muchas preguntas esenciales de la vida.

Existen actitudes parentales que fomentan la espiritualidad, los siguientes elementos son fundamentales dentro del proceso de fomento de la espiritualidad en los niños:

Crear confianza con el hijo. El amor y la confianza constituyen los dos elementos fundamentales para la relación entre los papitos y los hijos. El niño necesita sentirse lo suficientemente seguro para poder explorar, puesto que la exploración en la niñez se constituye en un elemento fundamental de su espiritualidad en el sentido de que cuando los niños empiezan, por ejemplo, a apreciar la naturaleza, surgen entonces las preguntas sobre quien hizo la luz del sol, por qué llueve, etcétera, escalones importantes en la formación de la dimensión espiritual. Las semillas de la confianza surgen de la interacción entre los papitos y el hijo. La etapa de confianza Vs desconfianza constituye la base fundamental de las demás etapas de la niñez. Algo que no es que la confianza se relaciona en algunas culturas con la fe religiosa, pues la fe es fundamentalmente una confianza en lo que no se puede ver pero se puede creer. De hecho, la confianza es la base sólida sobre la cual la persona se sostiene espiritualmente y la que le permite afrontar con entereza las dificultades y frustraciones normales en el discurrir de la existencia humana.

Cultivar la libertad. La libertad debe ser cualidad característica de un hogar espiritual y debe garantizarle al niño, libre de inhibiciones, expresar ideas, hacer preguntas y manifestar dudas acerca de cuestiones espirituales. Como padres de familia se debe encontrar la justa medida para el ejercicio de la libertad con los hijos. El reto grande está en tratar de no reprimir al hijo, pero tampoco permitirle que vague sin ninguna orientación, cultivando un espíritu de libertad que combine la orientación con la tolerancia, en una relación caracterizada por el diálogo y el respeto mutuo. Nunca se insistirá lo suficiente en que la clave para educar espiritualmente a los hijos está en que los papitos sean sensibles a los matices de la personalidad de los hijos y a sus curiosidades y necesidades individuales.

Demostrar interés en la vida del hijo. Para poder crear un clima espiritual en la vida del niño es necesario invertir tiempo, cariño y aportar una gran dosis de sinceridad por parte de los papitos. El ejercicio de una auténtica capacidad de escucha es fundamental, reconociendo al niño como un interlocutor válido de acuerdo con el momento de su desarrollo. Recuérdese con Tagore que “quien ha perdido el niño que hay en sí mismo, es incapaz de educar a los niños de los hombres”. La significación, entendida como el hecho de sentirse el niño importante para sus papitos y las personas que lo rodean, se constituye en un elemento fundamental en su desarrollo como persona, incluyendo en ella la dimensión espiritual.

Reconociendo de manera clara la gran influencia de los papitos, es necesario tener en cuenta también otras vivencias en la formación espiritual como las que tienen la educación formal, los amigos, los medios de comunicación y los diversos cultos religiosos. Como muy bien lo describe Herman Hesse, “no sólo me educaron mis padres y mis maestros. Me educaron también potencias más altas, más ocultas y más misteriosas. Fueron mis maestros, además, los árboles cargados de manzanas, la lluvia y el sol, el río y el bosque, las abejas, los pequeños animales y el dios Pan”.
Relacionado con lo anterior, una vida poblada de soledades aparece como rasgo común. En muchos de ellos se testimonian niñeces solitarias y difíciles pruebas infantiles como la lejanía o ausencia de alguno de sus padres, de las que salieron victoriosos por medios muy particulares y con marcas espirituales inconfundibles. Es frecuente encontrar en ellos algunos rasgos comunes de personalidad: la propensión al retiro y al silencio, la capacidad de resistir al prejuicio establecido, la fe en la ley física y un sentido religioso sui generis. Su soledad fue casi siempre no buscada y logró convertirse en suelo fértil para su vocación naturalista. Lo anterior se puede correlacionar con la tendencia que se va abriendo paso hoy entre los puericultores en lo referente a promover y respetar en el niño sus momentos de silencio y contemplación, que se constituirán después en el germen de una sana introspección.

Se entiende por “espiritualidad” también, la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive ser transformado por ellas. Representa en las condiciones actuales en que se debate la sociedad una alternativa importante que ayuda a salir a sus miembros fortalecidos de la severa encrucijada en que se encuentra. Son numerosas las investigaciones que hablan de cuán determinante resulta en la vida de un ser humano y especialmente en sus motivaciones para actuar y para vivir, tener algo o alguien en quien creer firmemente, que le dé sentido y significado profundo a la lucha y a la existencia misma. Es algo que está estrechamente ligado con la dimensión de trascendencia del ser humano, que abarca la fe desde la perspectiva religiosa y también desde la capacidad para descubrir la belleza que está presente en sí mismo, en los demás, en el medio natural y en la cultura.

La dedicación a una causa tiene una influencia en la orientación de la vida. Lo que uno se propone ser, cambiará lo que es y lo transformará en una persona totalmente distinta. No es el pasado sino el futuro lo que condiciona, porque lo que uno se propone llegar a ser, es lo que determina lo que es. Por lo tanto son importantes las preguntas: ¿a qué me he comprometido?, ¿a dónde voy?, ¿qué me propongo llegar a ser?

Nunca es demasiado temprano para comenzar con la educación espiritual del niño, ni siquiera el momento en que respira por primera vez. En algunas culturas aborígenes hay rituales muy tempranos, al igual que en el Islam y otras religiones, que marcan tempranamente el comienzo de la vida espiritual del niño. Es importante tener en cuenta, como lo afirma Dorothy Briggs, que “desde los primeros momentos los niños son sensibles a su entorno, saben si se les levanta con ternura o con los brazos tensos y mucho antes de aprender el lenguaje saben si las voces o las miradas son amistosas o amables, bruscas o indiferentes”. En la formación espiritual de los niños como en todo el proceso de la crianza, los padres y adultos significativos como modelos, tienen una importancia capital. El ejemplo arrastra y más aun cuando está fundamentado en el ser y en el hacer, más que en el decir. Recuérdese esta profunda afirmación de San Agustín: “Cantemos una nueva canción pero no con nuestros labios sino con nuestras vidas”.

Unos dicen que hacia los 4 o 5 años de edad es un buen momento para realizar con los niños unas primeras aproximaciones en torno a la espiritualidad como un sentimiento que nos liga a un ser superior y que nos va aproximando lenta y gradualmente a la noción de trascendencia, fundamental en tantos momentos y etapas del discurrir por la vida. Los niños entre los 7 y los 9 años son más abstractos en su manera de pensar sobre un ser superior. Ya no interpretan de manera literal lo que dicen sus padres y ya pueden pensar sobre lo que no es visible o evidente. Lo ideal es desde el momento de la concepción, durante su estado pre-natal su medio sea de amor, de dulzura, de amabilidad, de ternura, en últimas son estos sentimientos los que hacen que chico sea espiritual.

Como conclusión, se puede afirmar que todo lo que se haga por fortalecer el desarrollo de la dimensión espiritual de los niños, redundará en una notoria mejoría de la calidad de vida no sólo de los niños sino también de las personas que tienen la inmensa fortuna de convivir con ellos, es iniciar la maestría del amor con felicidad!

Con Caricias Calientitas


8 comentarios:

  1. Educar sin imponer, dogmas, lo espiritual nada tiene que ver con lo religioso.

    Tita, una vez màs gracias por tan sabias entradas.

    abrazos, desde el bosque empitukado marino.

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  2. Hermosa entrada Tita! Me encanto todo lo que nos compartes hoy. Es muy importante la educación espiritual, los valores y el amor que los adultos damos a los mas chicos.

    Gracias por compartir tan hermosas palabras y conocimiento, UN BESO GRANDE!

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  3. Pues si Tital, todo lo que lleve implícito los valores de bondad y amor..

    creo que merece la pena ponerlo en práctica con los peques..

    que me gustó esta entrada..

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  4. Como siempre, es un placer leer tus entradas.
    Un beso.

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  5. yo sigo buscando esa educacion espiritual en mi pequeñez y nopuedo a veces poder encontrarme a mi mismo me ayudas??

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  6. Hola Tita!
    Fortalecer el desarrollo de la dimensión espiritual propicia una mejor calidad de vida.Sin duda.
    Educar sin condicionamientos rígidos tiene mucho que ver con la sensibilidad y la libertad interior.
    Interesante e instructivo artículo.
    Besos.
    Carmela(Andando caminos...)

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  7. Muy buen texto
    La mejor manera de enseñar es tambien actuando y demostrándolo
    Un abrazo :)

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  8. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA


    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia.

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente.


    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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