viernes, 8 de enero de 2010

PAPITOS PARA LA FELICIDAD


Ser un buen educador para la felicidad significa dejar de lado los intereses personales a las necesidades afectivas, espirituales y materiales de los pequeños desde la primera infancia. Significa estar presente con amor, alegría y tino en todos sus días y acompañarlos en su desarrollo integral. Es enseñarles los valores de la vida que hacen más fácil la convivencia entre las personas, el respeto hacia los demás y hacia sí mismos. Es transmitirles amor en todo momento, en cada gesto, en el contacto, en las palabras, incluso cuando hay que llamarles la atención. Es saber sonreírles con la mirada franca, tierna y llena de dulzura, como la de los chicos. Asombrarse con sus pequeños grandes descubrimientos, pues cada paso dado por ellos es una puerta a las maravillas del mundo con sus asombros y novedades. Aunque para los papitos sea algo común, sus pasos ya estén recorridos, son esos momentos los que marcan la diferencia, es ahí cuando ellos tienen el mejor papá y la mejor mamá! Los papitos se convierten en luces, estrellas guías orientadoras con el ejemplo que como se repite en Caricias Calientitas.. es el mejor maestro.

Ser papitos educadores para la felicidad, significa aplicar el verdadero sentido del "dar sin esperar nada a cambio", desde su primera infancia, deben existir semillitas de amor, dulzura, alegría, ternura, es decir sembrar felicidad. Cuando un niño nace, no tiene nada, ni nadie más importante que su mamá y su papá, los seres que lo engendraron. Ellos son las pequeñas chispas del amor. No solo del amor y el deseo que sintieron sus padres entre sí al relacionarse, sino que lo más importante es que son las chispas del amor que emite la vida misma al permitir la expansión de la vida y la conciencia. No debemos esperar ningún agradecimiento de su parte, pues somos nosotros quienes debemos estar agradecidos a la vida que nos ha permitido dejar nuestra simiente en la Creación. Porque nos ha dado a alguien que realmente nos necesita y nos ama, porque son los niños por los que vale la pena luchar, crecer y crear. En cada niño que viene al mundo, una chispa de amor brilla en sus ojos. En cada niño que viene al mundo llega siempre la esperanza y la buenaventura, porque ellos son ángeles puestos a nuestro cuidado para que aprendamos a volar con las alas del espíritu, impulsados con el amor con que los alimentemos.

Ser educadores para la felicidad, es volcar en ellos el manantial de la vida para saciar la sed del espíritu que siempre siente la pérdida de una fuente infinita. Y aún cuando nuestros pasos cansados se hagan lentos con el tiempo, alcanzarles a nuestros hijos siempre un gesto de amor, un saludo del alma en una taza de leche o en un dulce beso en la frente. Ser papitos educadores para la felicidad debe trascender la cuota alimentaria impuesta por el sistema jurídico de una sociedad, no es sacarlos a pasear como a ventilarse y después ir a dormir. No es imponerles la obligación de entender, cuando no saben entender, que la madre o el padre no están porque deben trabajar.

Ser buenos papitos demanda aprender a compartir el nuevo asombro de quien nos está integrando a sus vidas en el futuro. Dejar de ser egoísta intentando integrar a los pequeños a mundo cotidiano, con chispas de sorpresa, alegría, dulzura, de lo contario, se estará desperdiciando un precioso instante en la historia del mundo entero. Hay que heredarles lo mejor de las vida papitos, jamás inmiscuirlos en rencores, odios, peleas familiares, fracasos, esas emociones mejor llevarlas a la clínica del perdón y olvido.

Tratar de ser papitos educadores para la felicidad y en la felicidad es una tarea que se recompensa con hijos felices, y aunque en ocasiones sientan vértigo, busquen los pequeños y allí encontrarán fuerzas, y motivos a granel para continuar dando afecto y seguramente habrá abrazos esperándolos, y cariño sin límites. Si la tarea se realiza con amor a tiempo, una sonrisa a tiempo, un abrazo a tiempo, entonces y solo entonces, se encuentra en lo pequeños que vale la pena ser feliz para hacer feliz a nuestros niños. Porque justo en ese instante se detiene el tiempo y por un fugaz intento nos acercamos y vivimos un minuto eterno en el intercambio del afecto, con la sonrisa abierta y la mirada atenta a sus destellos.

Por su puesto para educar en la felicidad y para la felicidad demanda ante todo que los papitos sean felices.

Con Caricias Calientitas.

Para educar a nuestros hijos debemos ser padres creativos, conseguiremos hijos felices.


2 comentarios:

  1. Como siempre Tita consigues que las personas reflexionen y se emocionen, te felicito de corazón por éste espacio tan cálido y amoroso, en ocasiones no es importante tener cantidad de seguidores... Krishnamurti (un maestro de la India), decía frente a multitud de gente que lo escuchaba "Con que una sóla persona capte mi mensaje, me daré por satisfecho). No es la cantidad sino la calidad de los amigos que nos rodean... nos comprenden y están con nosotros a pesar de ser y pensar diferente!!

    Abrazos Calientitos!!!!

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  2. Gracias Adriana Alba, y Krishnamurti, tenía toda la razón.!!!!

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